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Colombia: Un laberinto sin salida.



La situación económica, política y social de Colombia denota tal sentido de desorientación que logra emular perfectamente aquellos personajes de la mitología griega cuyo encierro en un laberinto suponían el desgaste completo de su vida dentro del mismo sin poder lograr escapar, al menos no por medios convencionales. Ícaro logró salir del laberinto construyendo unas alas que le permitieron sobrevolar el Mediterráneo; pero en Colombia ¿Quién tiene acceso a construir sus propias alas?

Hace apenas unos pocos días observaba una caricatura que plasmaba el pensamiento y realidad actual de la mayoría de los individuos que conforman nuestra sociedad. La caricatura, que había sido compartida a través de una red social por la escritora panameña Gilza Córdoba, se quedó grabada en mi mente por varios días, y logró bombardear mi pensamiento por varios días. Ésta imagen planteaba una la necesidad de una revolución de pensamiento que apuntara hacia el rompimiento del esquema del estatus quo. 

Independientemente de nuestro origen, la sociedad nos pone en medio de un laberinto al nacer y depende de cada uno de nosotros lograr encontrar la salida. Uno de los grandes inconvenientes para lograr salir es que muchos no se percatan si quiera de que se encuentran en uno. Estos individuos nacen, crecen, se reproducen y mueren al mejor estilo de las plantas o animales,  ignorando ellos mismos que les fue dada capacidad de razonar. 

Otros cuantos se percatan de que se encuentran en un laberinto pero no les interesa salir. Por lo general saludan a los que pasan por allí e incluso les dan algunas indicaciones sobre el camino que deben tomar si desean salir; esto basados en la «experiencia» de aquellos que volvieron a ese punto tras haber recorrido el laberinto sin éxito alguno al intentar  hallar la salida porque nunca tuvieron las herramientas necesarias. 

Son muy pocos los que finalmente logran salir. Desafortunadamente gran parte de éstos logran escapar de su laberinto social después de haber consumido el recurso más importante: el tiempo. Sin embargo, algunos muy astutos, prefieren comerse las paredes del laberinto que los atrapa; son aquellos que han entendido que los muros deben desaparecer para poder ver con claridad el camino a seguir.

La caricatura que logró generar ésta reflexión representaba justamente esto. Había una cabra que acababa de salir de un laberinto con paredes de arbustos como el que solía haber en los jardines de los castillos medievales. Ésta cabra había decidido comerse las paredes del laberinto y al parecer nunca se vio limitada. Para ésta cabra la pared ra una oportunidad y no una barrera. Ésta nunca pensó en el camino que debía recorrer para salir de su encierro, simplemente su apetito y su instinto fueron suficientes para romper los paradigmas. 

La pregunta es: ¿Estamos preparados para romper los esquemas mentales impartidos por nuestra sociedad? si es así, ¿Estamos preparados para tumbar las paredes que sumergen a nuestra sociedad en el círculo vicioso de seguir eligiendo la corrupción como forma de vida?

La corrupción en nuestra sociedad ha llenado cada rincón político, social y económico de nuestro diario vivir. No podemos pretender que todo en Colombia sea diferente si seguimos haciendo lo mismo. En Colombia hay necesidad de elegir nuevos gobernantes más afines con los intereses del pueblo; hay necesidad de dar importancia a la familia; hay necesidad de dejar de pensar que cada situación de vulnerabilidad es una ocasión para dañar a los demás. El saqueo de camiones en los últimos días es tan solo una «pequeña» muestra de que no solamente hay hambre sino que también hay falta de valores en todos los ámbitos socioeconómicos de nuestro país. Es decir, en Colombia la cultura del robo y el saqueo está instaurada en la idiosincracia de la mayoría de aquellos que tuvieron la «suerte» de nacer en tan «bendecida» tierra. Desde los políticos más prominentes hasta el más sencillo de los ciudadanos colombianos tienen en su mayoría una imagen mental de que robar si está dada la oportunidad no es robar; algo así como «A papaya puesta, papaya partida».

Mientras los colombianos no logren romper los esquemas mentales que han mantenido al país en un laberinto desde la época de la colonia-ya que nada ha cambiado desde entonces- seguiremos dando vueltas sobre nuestro propio eje como sociedad y seguiremos experimentando momentos de deja vu que nos convierten en una sociedad cíclicamente predecible. Es necesario que se nos enseñe a construir las alas que nos permitan volar por encima par ver de manera objetiva lo que hay dentro de este laberinto.




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